Presiento que ya me estoy acercando a la Plaza del Campo porque hay un tránsito constante de personas dirigiéndose hacia algún lugar con determinación. Además huele a pizza, imagino que cerca de la Plaza debe estar lleno de restoranes deliciosos. Me dejo llevar por el olor a pizza, mientras saludo a un perro despeinado que espera en una puerta.
Siena está ubicada en el centro de la región de la Toscana, rodeada de colinas ondulantes, ruinas, y valles coronados por cipreses y pinos. Su irregular topografía enriquece el tejido urbano. Plazas, terrazas y miradores están conectados por escalinatas y callecitas empinadas en perfecta armonía. El centro histórico de Siena fue declarado Patrimonio de La Humanidad en el año 1995, por considerarse un ejemplo de ciudad medieval.
En la siguiente esquina doblo, me parece ver al fondo una torre enorme que se eleva por sobre la altura del resto de las fachadas. Esa debe ser… ¡la Torre del Mangia! Acelero el paso hasta el final de la calle. De pronto el espacio se abre y aparece la Plaza del Campo frente a mi, vibrante y soleada. Un espectáculo de luz natural y sombras proyectándose sobre las fachadas anaranjadas que delimitan el espacio.
Camino bordeando el lado curvo de la plaza. Algunas personas conversan, otros sacan fotos, comen helado o simplemente contemplan. Las palomas se pasean confiadas entre los grupos de personas.
La plaza italiana, la sala de estar de los italianos, es considerado el más hermoso y distintivo de los espacios abiertos urbanos. La mayoría tienen una forma única y están orientados en relación con el terreno, la forma, el tamaño de las ciudades y los elementos naturales como el sol y el viento.
Esta plaza tiene forma de abanico y no hay bancas ni árboles. Su suelo inclinado fomenta el uso espontáneo del espacio. Aprovechando la explanada en pendiente la gente se sienta en el suelo a contemplar el majestuoso Palacio Público, algunos al sol, otros bajo la sombra que los mismos edificios proyectan.
Encuentro un lugar fresco junto a la Fuente de Gaia donde sentarme. A mi lado un guía turístico se dirige a un grupo de jóvenes: “…al primer cuidador de esta torre le gustaba mucho comer, por eso la torre se llama laTorre del Mangia ( mangiare=comer ¿la torre del comilón?). Yo -con mi pedazo de pizza en la mano- me río sola.
La Torre del Mangia es en realidad un campanario y parte del Palacio Público. Este edificio construido entre 1298 y 1310 era la Sede de Gobierno y representa muy bien la mezcla de estilos arquitectónicos que caracteriza a Siena. La base es de piedra y la parte superior de ladrillo. Arcos góticos, mármoles y detalles renacentistas han ido completando a lo largo de los años este extraordinario escenario urbano.
Decido que es el momento de subir. Los muros de piedra dentro de la torre contrastan con las vistas del paisaje toscano que va apareciendo por las ventanas. Unos 300 escalones después estoy -con la lengua afuera- sobre los más de 80 metros que mide la Torre del Mangia. La perspectiva es espectacular. El día está claro y se pueden ver iglesias, techos de tejuelas, volúmenes en todas las variaciones de tonos ocre y la catedral. A lo lejos murallas fortificadas se alzan entre la vegetación.
Desde arriba la gente se ve como pequeños habitantes de una maqueta escala 1:200 y las calles parecen aún más angostas. Observo con mi teleobjetivo: una niña persigue una paloma, 20 metros a la derecha un chico juega en solitario con su pelota mientras un grupo de chicas simplemente disfrutan del sol.
Desde aquí puedo distinguir claramente las once calles que confluyen en la plaza. Y las diez líneas en el suelo que dividen el espacio en nueve, simbolizando a los Noveschi, los nueve que gobernaron Siena en en la época medieval. Frente al Palacio Público, justo en el otro extremo de la plaza, destaca la Fuente de Gaia (en realidad una copia de la original). Jacopo della Quercia -el escultor más importante de Siena en el Renacimiento- diseñó y esculpió esta fuente en 1419. Se le conoce también como “La fuente de la alegría” por la emoción que los sieneses mostraron cuando finalmente llegó el agua a este sector de la ciudad.
La sombra de la Torre del Mangia se proyecta sobre unos balcones diminutos que cuelgan desde la fachada este. Según la arquitecta Sandra Davis Lackeman en su libro “Natural Light and the Ilalian Piazza” la sombra de la torre manifiesta el ciclo del sol en su camino diario a través de la plaza, así como las manecillas de un reloj. La luz natural es el alma del lugar.
La Plaza del Campo fue pensada originalmente para ser un espacio baldío al que fluían las aguas pluviales. Con el paso del tiempo fue usada como un mercado y hoy en día se ha transformado en un lugar de encuentro tanto para italianos como para visitantes y un referente mundial en el estudio tipológico de la plaza urbana.
Como explica Jan Gehl en su libro “Cities for people”, esta plaza ofrece una inusual combinación de cualidades. Es un lugar perfectamente funcional, seguro para caminar, estar de pie, sentarse, escuchar y hablar. Y a la vez las proporciones, los materiales, los colores y los detalles refuerzan y enriquecen su belleza arquitectónica.
Un campanazo a las 13:00 hrs en punto nos asusta a mi y a una chica a mi lado. Los escalones de piedra parecen vibrar junto al campanario al ritmo de los gongs. Abajo está la Plaza, los helados, los turistas, las selfies y la pasta. Para mi en este momento solo existe esa campana y la Siena del 1400, de iglesias y mármoles, de campiñas y mercados, ese lugar que quedó detenido en el tiempo y que ahora palpita las historias de las miles de personas que lo han visitado en los últimos siglos.
Más info:
- Más detalles arquitectónicos e historia sobre la Plaza del Campo pueden encontrar en el blog "Mi Moleskine Arquitectónico".
- El libro de Sandra Davis Lakeman "Natural Light and the Italian Piazza: Siena, as a Case Study" lo encuentran aquí y más información al respecto acá.
- La ubicación exacta: