Me subo al bus emocionada por ser mi primer viaje sola en el transporte público de Siena. Le digo a la chofer en "italian espanglish" que necesito un ticket. Me responde con gran naturalidad que se le acabaron. Como la noto relajada me siento de todos modos. Ella como si nada. Unos minutos después alza la voz para dirigirse a los pasajeros: ¿Alguien tiene un ticket para ella?! Una señora se levanta de su asiento con una sonrisa de oreja a oreja, me entrega un papelito y señala la máquina donde debo marcarlo. Le digo: ¡Grazie mille! Y le paso los dos euros que cuesta el pasaje. Entre calles ondulantes de colores ocre, avanzamos-frenamos-avanzamos. Las calles son muy angostas para dos vehículos. Cada vez que nos encontramos con un auto de frente alguno para con el fin de cederle el paso al otro. Salimos de la ciudad y entre sube y baja por colinas verdes, amarillas y cipreses llego a mi destino. Todos los pasajeros sonrientes exclaman al unísolo: ¡Arrivederci! ¡Ciao! ¡Bye bye!
Bienvenidos a la Toscana.