Después de dos escalas entre bosques de pinos y cálidos aeropuertos de madera decorados al más puro estilo "Polo Norte en Navidad" vamos llegando por fin a nuestro destino. Ya son pasadas las tres de la tarde y los últimos rastros de luz desaparecieron hace rato del horizonte. El avión comienza a descender, gira a la derecha y veo el mar. Luego gira a la izquierda, baja un poco más y aparecen algunas montañas nevadas. Poco a poco las nubes van quedando sobre nosotros y nos vamos acercando a un manto de nieve que cubre todo excepto los fiordos que a esta hora se ven de un negro profundo.
Allí abajo perdida entre el mar del norte y las últimas huellas de los Alpes escandinavos se distingue la isla de Tromsøya y en el medio, como una constelación de estrellas flotando en el espacio, aparece radiante la ciudad de Tromsø.
Vista de Tromsø desde el Monte Fløya al que se puede subir a pie o con el funicular Fjellheisen
Al bajar del avión siento un golpe de viento helado en la cara. Intento taparme la nariz con la bufanda. Estamos a mediados de diciembre y acabamos de llegar a la Laponia noruega. Tromsø se ubica en el comienzo del círculo polar ártico y en esta época del año -además de hacer mucho frío- las noches son de 24 horas. Si bien el sol se acerca al horizonte dando algo de luz por casi tres horas al día, éste nunca alcanza el cielo.
A pesar de su lejanía, Tromsø es una ciudad cosmopolita. Tiene un centro histórico vibrante, la única calle peatonal del círculo polar ártico y una arquitectura que es la mezcla perfecta entre sencillez, funcionalidad y calidez. Tromsø cuenta además con la universidad más septentrional del mundo. Cientos de jóvenes de los más diversos rincones del planeta vienen cada año a cursar estudios tan únicos como Biología Ártica, Ciencias de la Paz y Estudio de las Auroras Boreales.
Storgata, calle peatonal principal de Tromsø
Tromsø no sólo es tierra del pueblo noruego, también es tierra del pueblo sami, quienes habitan hace miles de años en el norte de lo que hoy son los estados de Noruega, Suecia, Finlandia y parte de Rusia. Los sami cuentan con parlamento propio, una bandera, un día nacional y una música dulce e inspiradora. Y aunque hoy en día viven vidas modernas, su cultura sigue estando fuertemente conectada a sus tradiciones y a la naturaleza. Los renos, por ejemplo, desempeñan un papel primordial en el modo de vida del pueblo sami. Antiguamente los pastores sami seguían a los renos por sus rutas migratorias y así se iban estableciendo en distintas áreas geográficas en función de las estaciones. Según lo que nos cuenta nuestro amigo -descendiente directo de los sami- el pueblo sami ha vivido con los renos durante miles de años llegando a crearse una conexión muy especial entre ellos. Me explica que aunque ya son cada vez menos los que pastorean como antes, el vínculo de los sami con los renos es parte fundamental de su identidad y el elemento que los distingue de otros pueblos originarios.
Arrastro la maleta por los pasillos del aeropuerto por mientras miro de reojo por las ventanas intentando adivinar si seguirá nublado o si podremos ver la aurora boreal.
Está completamente oscuro pero el ritmo de los habitantes de Tromsø no se detiene. Afuera taxis en fila esperan en la entrada del aeropuerto, una máquina limpia las calles de nieve mientras que el señor grande de barba colorina que nos entrega el auto que arrendamos nos da la bienvenida con un entusiasmo digno de un día soleado de primavera. Aprovecho su cordialidad para sacarle el máximo de información posible: ¿cuál es el mejor lugar para ver la aurora boreal? y si aparece, ¿cuánto rato se queda? y ¿por dónde aparece? ¿Por las montañas o por el mar? Y ¿a qué hora viene la aurora boreal? Pregunto finalmente en un inglés improvisado. La mayoría de mis preguntas no tiene una respuesta precisa pero el señor intenta hacerme feliz: "A partir de las seis de la tarde y hasta las doce de la noche hay que estar atento porque podría ser que aparezca", dice con una sonrisa contagiosa y un tono de misterio que me pone aún más nerviosa.
Bienvenidos al planeta Tromsø. Tierra de samis y sus renos, de vidas al ritmo de la naturaleza, de noches estrelladas, de arquitectura de madera y de luces boreales misteriosas.
La luz del amanecer
Al otro día despertamos entre los muros blancos de una perfectamente temperada casa nórdica de madera. Por las persianas se asoma tímida una luz azul. Silencio absoluto. Ni idea que hora es. Nuestros anfitriones al parecer ya salieron a trabajar. Nos levantamos a desayunar. Lámparas de diferentes intensidades y tonalidades de amarillo van apareciendo en nuestro recorrido desde el dormitorio a la cocina/comedor. Los tres pisos de la casa siguen ligeramente iluminados como la noche anterior. Desde la ventana del comedor, estratégicamente ubicado con vista panorámica, vemos como el blanco inunda el paisaje. Estamos en lo alto de un cerro y los techos parecieran irse sumergiendo de a poco entre capas de nieve hasta llegar al mar. La luna aún brilla suspendida en un cielo celeste oscuro. Tomamos té y comemos panes con miel y mermelada por mientras no podemos despegar los ojos de la ventana. Deben ser las nueve de la mañana lo que nos indica que está a punto de amanecer.
Luz del día
Nuestra rutina cada día después del desayuno es salir rápidamente para aprovechar las pocas horas de luz. Algunos días salimos a caminar por el centro de la ciudad o por la lagunita congelada del bosque. O vamos en el auto a buscar renos por los alrededores. A veces vemos huellas de animalitos, otras veces marcas de esquís.
Esta es la hora en que los niños salen a jugar, algunos se lanzan en trineo desde los cerritos mientras otros juegan a la pelota. La gente sale a caminar. Vemos parejas, hombres, mujeres, abuelitos y sus perros caminando con reflectores en la espalda. Otros salen a correr. Al parecer, los únicos que notan los grados bajo cero somos nosotros.
En nuestras caminatas por el bosque nos encontramos niños jugando en el patio de la escuela y muchos arbolitos de Navidad naturales decorando los jardines de las casas
Seguimos a un reno sigilosamente y nos guió hasta su manada
La luz es muy tenue, si está nublado es casi azul pero cuando las nubes se disipan se puede percibir una luz clara detrás de las montañas. Las carreteras siempre blancas nos llevan de isla en isla, bordeando fiordos, cruzando puentes y subiendo montañas que no superan los 1000 metros de altura.
Monte Fløya desde el puente Bruvegen
La luz del atardecer
A eso de la una de la tarde es cuando el cielo comienza a ponerse rosado con toques de naranja. Es la luz del atardecer. El mar se ve de un azul oscuro. La gente camina más rápido escapando del viento helado y la gruesa capa de nieve comienza a congelarse. Los supermercados comienzan a llenarse y los turistas desaparecen de las calles y se refugian en los cafés. Es la hora en la que no solo se encienden las estrellas en las ventanas y los árboles de navidad en las puertas de las casas, también es la hora en la que se encienden las cocinas, es la hora del pastel de zanahoria con chocolate caliente. Es la hora de cocinar juntos y de las conversaciones eternas. Esta es la hora en que la ciudad se refleja en el mar.
Izq. Biblioteca pública de Tromso diseñada por los arquitectos noruegos HRTB AS Arkitekter MNAL / Der. Mercado semanal en el centro de Tromso
La luz de la Aurora
En este lugar del mundo la gente come muy temprano. En la casa de nuestros anfitriones la comida está lista a eso de las seis. Nosotros les seguimos el ritmo con la única diferencia de que después de comer ellos salen a sacar la nieve de los alrededores de la casa o a caminar por el barrio, mientras que nosotros, salimos a la búsqueda de la aurora boreal.
Los primeros dos días damos vueltas por carreteras vacías bajo un cielo demasiado nublado. Lo único que encontramos son máquinas de nieve y uno que otro turista perdido como nosotros. Nada. No hay aurora por el momento.
Al tercer día nos acordamos del señor de la barba colorina y decidimos ir al lugar secreto que nos recomendó. Nos instalamos en lo alto de un cerrito y acompañados de un termo caliente y unas galletitas de chocolate, nos armamos de paciencia. Se ven algunos claros, las nubes comienzan a disiparse, pasa una estrella fugaz blanca, le sigue otra estrella pero es amarilla, se mueve más lento y en diagonal.
Veinte minutos más tarde vemos como una nube empieza a tomar una forma extraña. ¿Es una nube? Pero ¿no es muy alargada para ser una nube? Empieza a expandirse de a poco, a hacerse más brillante entre las estrellas. Se está moviendo ¿Es la aurora boreal? ¡Si, es la aurora boreal!
El primer día la aurora boreal apareció tímida intentando camuflarse con una nube y mucho más temprano de lo que esperabamos
Saltamos del auto, trípode en mano, disparador automático, viento helado, diez pasos después me hundo en la nieve hasta las rodillas, intento instalar el trípode en algún lugar sin que se mueva, adrenalina, no veo nada, intento enfocar, tengo que sacarme los guantes, se me congelan las manos, los pies, pero no importa. ¡Es la aurora boreal!
Las siguientes tres noches son un verdadero festival de auroras boreales. La vemos, desde la terraza de la casa de nuestros anfitriones, en la carretera de vuelta del supermercado, la vemos aparecer por el mar y por las montañas, esconderse entre los fiordos y en los bosques.
La última noche en Tromso el cielo se despeja completamente. La aurora cubre toda la ciudad. Vemos el cielo tornarse verde con toques violetas, por mientras manchas y columnas de luz aparecen desde todos los ángulos posibles: detrás de la montaña, por el mar y directo sobre nuestras cabezas.
La mayoría de las fotos las saqué con una exposición entre 6 y 10 segundos, f/4,0, ISO 1600. Un fotógrafo noruego nos dijo que la exposición a utilizar depende de la intensidad de la aurora ese día, así es que hay que ir probando.
Después de unas tres horas volvemos alucinados, agradecidos y aún medios conegelados a refugiarnos en nuestra guarida escandinava. La aurora ya se ha desvanecido en el cielo sin dejar rastros de su existencia y solo las estrellas tintinean en silencio. No puedo dormir, mañana nos vamos. De espalda en mi cama intento dibujar en mi mente los planos de las casas de madera, memorizar cada forma de la aurora, intento recordar la mirada curiosa de los renos desde los pastizales cubiertos de nieve, intento reproducir las conversaciones sobre los samis junto a la chimenea.
Espero que el señor de la barba colorina esté mañana cuando le entreguemos el auto. Quiero contarle que sus recomendaciones funcionaron, que tuvimos paciencia, que estuvimos completamente solos en su lugar secreto parados en el techo del planeta y que cuando finalmente nos quedamos quietos se abrió la ventana cósmica que nos dejó ver el espectáculo de nuestras vidas, tormentas solares pintando el cielo.
Más info:
- Pasen a mirar este maravilloso reportaje fotográfico de la National Geographic: "Los sami de Laponia, pastores de renos" por Erika Larsen.
- Un poco más de información sobre como fotografiar la aurora boreal aquí.
- Según la National Geographic estos son los 7 lugares mágicos para ver las auroras boreales en el mundo.