El día estaba soleado y tibio a pesar de ser pleno invierno en el hemisferio norte. Y yo, recién llegada al Centro Mundial Bahá’í lo único que quería era ver el Santuario del Báb desde todos los ángulos posibles.
Entonces, acompañada sólo de mi cámara fotográfica, comencé a subir las escaleras que unen las diecinueve terrazas. Iba disfrutando de cada uno de los peldaños. A cada paso aparecía algo nuevo: una fuente, un arbusto, un farol, una banca, una piedra, una flor exótica o un jardinero y su sonrisa.
Para los bahá'ís este es uno de los lugares más sagrados de la Tierra y fue Baha´u´lláh quien indicó el lugar donde se construiría el Santuario de su precursor el Báb. Los bahá'ís consideramos al Báb como un mensajero de Dios, cuya misión fue preparar a la humanidad para la venida del siguiente mensajero divino Bahá'u'lláh.
El Santuario del Báb fue construido bajo la supervisión de 'Abdu'l-Bahá, el hijo mayor de Bahá’u'lláh y aquí están sepultados los restos sagrados del Báb. En 1949, el nieto de 'Abdu'l-Bahá, Shoghi Effendi, remodeló el Santuario construyendo la resplandeciente cúpula dorada.
Una vez llegué a la cima tomé todo el aire que pude, miré bien en todas las direcciones, me ubiqué a la sombra de un árbol y me quedé -por fin después de dos días de viaje- tranquila y en silencio.
Más info:
- Para saber un poco más sobre la Fe Bahá'í pueden visitar la página oficial.
- Este post pertenece a la iniciativa #BahaiBlogging. Escribimos durante noviembre inspirados en las enseñanzas de la Fe Bahá'í. Los temas son tan diversos como nosotros mismos. En mi caso son textos cortos y fotos de mi peregrinaje a los lugares sagrados bahá'ís.